martes, 28 de julio de 2009

Lo que comemo é lo que valemo y tó lo que se le echa le sabe (4)


Saludillos, jabatillos gastronómicos y bienvenidos de nuevo a éste, vuestro espacio de delicatessens !!! O simplemente, debería saludar a Maese Pau
(que al fin y al cabo debe ser el único que lee estas entradas) ??? En fin, no quiero dejarme contagiar por la valoración final de nuestro último experimento nutricional: insípido y aburrido...pero no adelantemos acontecimientos.

Animados por el magnífico éxito de nuestro anterior producto, decidimos probar otro de los dulces presentes en las surtidas estanterías de nuestro super favorito...nos decantamos finalmente por un dulce japonés: Taro Mochi.
El mochi es un pastelito de arroz japonés hecho de arroz glutinoso molido en una pasta y después moldeado, en este caso relleno de taro (una legumbre tropical de bonito color pero dificil digestión...lo sé, nos va la marcha). Tradicionalmente, en Japón se hace en una ceremonia llamada mochitsuki. Aunque se come todo el año, el mochi es comida típica para el año nuevo japonés, cuando es más común su consumo.
Procedamos a su análisis:
El envase de un bonito color lila hacía preveer sabores delicados, de caramelo de violetas, y la "afoto" hacía presagiar oleadas de untuoso y empalagoso sabor...



Pues nada de eso...nos encontramos con este desolador espectáculo de huevo mal cocido y en perfecto estado...sí...de descomposición...


Vamos que cualquier parecido con la realidad fué pura casualidad...gentuza !!! Esto es publicidad engañosa, jopetash !!! Pero nuestras decepciones no acabaron aquí...nada más abrir el envase nos invadió un olorcillo a calcetín húmedo (y NO, para los más osados, contestatarios y rebeldes de entre nuestros escasísimos lectores que piensen que tal olor emanaba de mis pieses, debo decir que no...no todo el olor era mío) y lo peor, sabían a calcetín mojado (nuevamente, los mismos osados, contestatarios y rebeldes de entre nuestros escasísimos lectores dirán que no sé qué sabor tienen los calcetines húmedos y se equivocan...pero esa es una historia que no viene al caso, en la que intervienen una cabra, un disco de Iron Maiden y una tienda de campaña y que ya si eso contaré otro día...). Su sabor: anodino e insípido (valga la contradicción); lo más parecido por su textura y sabor es la masa fria de las rosquillas de mi agüela (que me dejaba pellizcar antes de freir) pero ganando en sabor y dulzura, de aquí a la luna y volver, la masa de rosquillas de mi abuela y puntopelota, que las comparaciones, en este caso, son odiosas, of course...

Resumiendo:
a) Que los japoneses no son ni serán los reyes de la repostería mundial...
b) Que los japoneses no son la alegría de la huerta y no me extraña teniendo estos dulces...
c) Que las sensaciones placenteras que pueda producir este "dulce" no compensan las 119 calorías por unidad (si cada mejilla de tu culo va a coger forma de pan gallego lo mínimo que puedes esperar es, al menos, un segundo de placer)...
d) Que si, a pesar de todo lo dicho, te animas a probarlo procura hacerlo con la Maniobra Heimlich aprendida de casa; su textura gomosa y "chiclosa" podría darte un susto al quedarse atravesada en tu esófago...y no estamos para perder lectores, con lo escasos que van, hombre ya !!!

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